Gol desde el confín amazónico

Ago 27, 2025 | FronterasVisibles

Son las seis de la tarde en Cobija y el calor amazónico todavía pega como martillo. En el estadio Roberto Jordán Cuéllar, los dirigentes de la Asociación de Fútbol Senior sudan más por los números que por el clima. Faltan dos días para recibir a las delegaciones de Perú y Brasil, y las cuentas no cuadran. El dólar baila por las nubes, el real brasileño les come el presupuesto, y encima tienen que conseguir buses especiales porque en zona franca cualquier salida internacional viene con su pila de formularios.

«Desde los años 80 se viene llevando a cabo este campeonato», cuenta Miguel. No sabe bien por qué se suspendió antes, nadie lo recuerda con exactitud, pero algunos jugadores que tenían contactos del otro lado del río Acre la revivieron a puras ganas y reuniones por Zoom después de que la pandemia le pusiera pausa por dos años.

La Copa que volvió del olvido

La Copa Bolpebra —que une las sílabas de Bolivia, Perú y Brasil— funciona simple: julio en Puerto Maldonado cuando los peruanos celebran su independencia, agosto en Cobija para las fiestas patrias bolivianas, septiembre en Brasil cuando les toca a ellos. Los equipos viajan con sus camisetas, se hospedan donde pueden, comen en los restaurantes locales «El que acumule más puntos en los tres países sale campeón trinacional», explican, como si fuera la Copa del Mundo pero en versión amazónica y con presupuesto de kermesse. Los jugadores se conocen de antes, algunos han jugado juntos en equipos de la frontera, y cuando terminan los partidos se quedan conversando en las tribunas mientras baja el sol.

El formato sobrevivió décadas. En 2017, Luis Gatty Ribeiro —exfutbolista, exalcalde de Cobija y leyenda local— lo explicó mejor: «Es una forma de recuperar este campeonato que reúne a Brasil, Perú y Bolivia… es sadio (saludable) y une también a los jóvenes con sus familias». Gatty sabe de qué habla: el tipo llegó a ser alcalde después de patear pelotas, y ahora tiene su propio equipo en la liga senior.

«Los que vivimos en Cobija hablamos bien portugués», dice Carlos, otro dirigente. Los comerciantes gritan precios en reales desde las tiendas de la frontera. Los niños ven novelas de Globo en las tardes y noticieros de ATB en las noches, cambiando de canal como cuando cruzan el puente de la amistad. Los turistas brasileños cruzan cada viernes con bolsos vacíos y regresan el domingo con las camionetas cargadas de whisky y perfumes. La frontera es el río Acre. Cuando sube, se cruza en lancha pagando dos bolivianos. Cuando baja en época seca, la gente camina por el lecho con el agua a la rodilla, cargando bultos en la cabeza.

La integración no es discurso político sino necesidad práctica. Los dirigentes contaron con monedas de cinco bolivianos sobre la mesa de plástico del bar La Frontera hasta las dos de la madrugada para armar el viaje a Perú. «Los peruanos nos pusieron hospedaje, nosotros pagamos la comida», recuerdan mientras revisan los recibos arrugados que guardaron en una caja de zapatos. Las transacciones de hasta 150 dólares no necesitan trámites aduaneros entre Bolivia y Brasil, pero veintidós jugadores seniors durmieron apretados en asientos de micro durante doce horas, con las rodillas contra el respaldo de adelante y termos de café que se enfriaron en Riberalta. Por la carretera BR-317 que conecta Epitaciolandia con Cobija regresaron con camisetas empapadas de sudor y una copa de plástico dorado que ahora descansa en la vitrina del estadio. Los pasaportes se guardan en bolsas de plástico porque la humedad los pudre, pero las amistades duran más que los sellos de aduana.

El fútbol de los invisibles

Durante décadas, Pando fue el pariente lejano del fútbol boliviano. Peor que alejado: era invisible. «¿Existe Pando?», se preguntaban con sorna los hinchas del interior, y duele admitir que tenían algo de razón. El departamento se creó recién en 1938, después de la Guerra del Acre, y durante años fue más fácil llegar a Brasil o Perú que a cualquier ciudad boliviana.

Recién en 1989 se afiliaron al sistema profesional, 37 años después de que se creara la Liga nacional. Tuvieron que esperar hasta 2014 para que Universitario de Pando subiera a primera división. Ese 3 de mayo, más de 5.000 personas lloraron en el estadio. «La Verde Amazónica» duró una temporada nomás en primera, pero abrió el camino. En 2023, Vaca Díez clasificó a la División Profesional, y ahí siguen peleando.

El fútbol barrial es donde late el corazón pandino. En las canchitas de tierra de los barrios, entre 150 y 200 vecinos se aprietan contra muros de adobe para ver jugar a la Asociación de Fútbol Senior de Pando. Los hinchas gritan desde sillas de plástico mientras ven jugar a Miguel Mercado, Carlos Cárdenas, técnicos que dirigieron en Wilstermann y Aurora, jugadores que llegaron hasta cuartos de final nacionales y ahora forman parte de los 22 equipos que compiten en categorías desde los 35 años hasta los 55 sin límite de edad.

El estadio Roberto Jordán Cuéllar es la joya de la corona. 22.000 personas de capacidad en una ciudad que no llega a 50.000 habitantes. Cuando lo inauguraron en 2015, vino hasta Evo Morales a cortar la cinta. «Con este campeonato, Bolivia tiene que seguir integrándose», dijo el presidente, y por una vez las promesas políticas coincidieron con la realidad.

Pero tener estadio no resuelve todo. La dirigencia pandina organiza rifas, vende empanadas en los partidos y consigue sponsors locales para viajar a los campeonatos nacionales. El año pasado no fueron al nacional de Quillacollo porque el presupuesto no alcanzó. «Los mayores desafíos se refieren al transporte y la estadía», explican mientras hacen cuentas mentales. Los dirigentes manejan tres monedas, cambian plata en casas de cambio de la frontera, guardan billetes brasileños para los gastos en Brasileia y soles peruanos para Puerto Maldonado. Miguel lleva la contabilidad en un cuaderno escolar donde anota ingresos, egresos y saldos pendientes.

«Usted sabe que nosotros estamos en zona franca», explica Miguel sacando una carpeta manila llena de formularios. «La movilidad de los buses tienen placa sofra Cobija y hay que hacer un trámite especial para poder salir de zona franca y poder ingresar al vecino país». Para ir caminando a Brasileia no hay problema, pero para llevar un bus con veintidós jugadores seniors hay que presentar documentos del vehículo en SOFRA, llenar el formulario 4-14-1 de salida temporal, conseguir sellos. Los dirigentes van a pie a hacer los trámites mientras los jugadores esperan en el bus estacionado en la plaza. Cruzan el puente peatonal sobre el río Acre, arreglan papeles en Epitaciolandia, regresan con los permisos internacionales que el chofer necesita para manejar en territorio brasileño.

Pero las cosas cambiaron. «Tenemos un representante de Pando en la directiva nacional. Nunca se había visto eso». En la última asamblea en La Paz votaron por unanimidad incluir a Pando en las decisiones. El delegado pandino viaja cada tres meses a las reuniones nacionales, se queda por la calle Sagárnaga, almuerza en El Lobo donde comen todos los dirigentes del interior. Este año negocian traer el campeonato nacional senior a Cobija.

La Asociación de Fútbol Senior de Pando empezó en 2008 con ocho equipos. «Digo de manera oficial porque hace mucho tiempo se jugaba con seis u ocho equipos, pero nunca como una asociación», aclara Carlos. Hoy son 22 equipos y forman parte de la Asociación Nacional de Fútbol Senior de Bolivia.

Las categorías van por edades: A de 35 a 39 años, B de 40 a 44, C de 45 a 49, D de 50 a 54, y E de 55 para arriba sin límite. Pero en la Copa Bolpebra las edades suben: la categoría A arranca en los 40. «Se quita la categoría que nosotros tenemos acá de 35 a 39 años», explica Miguel. En cancha, los de 40 a 44 deben ser cinco, los de 45 a 49 son tres, y así baja hasta que el más veterano juega solo.

La Copa que vale más que un trofeo

La Copa Bolpebra no es solo fútbol senior para tipos de cuarenta años que ya no corren como antes. Los dirigentes hablan del «eje central bioceánico», de la carretera que va a unir el Pacífico con el Atlántico, de no quedarse afuera del desarrollo. «Para que Bolivia no quede tan aislado», dicen, entendiendo que Pando siempre estuvo en el margen, siempre dependió de lo que pasara en Brasil o Perú más que en La Paz.

«Se lo está llevando como una manera de integración de los tres países hermanos» y no es solo discurso. Se hablan de proyectos grandes que los incluyen, de rutas comerciales que van a pasar cerca de sus fronteras, de no ser los olvidados de siempre. «Porque sabemos que eso va a ser tomado en cuenta en ese eje central bioceánico. Va a pasar muy cerca de nuestras fronteras, pero de alguna manera, como somos tres fronteras, esa es más o menos la ideología».

Hay un trofeo rotatorio para el campeón, premiaciones para el mejor goleador y el arquero menos vencido, y también para «la dirigencia más disciplinada». Porque acá, en el fútbol senior, la disciplina cuenta tanto como los goles.

Son las ocho de la noche y en Cobija ya oscureció. En una canchita de barrio, bajo una luz de mercurio que parpadea, veinte tipos mayores de cuarenta siguen pateando la pelota. Mañana tienen que trabajar —algunos en el comercio con Brasil, otros en la alcaldía, varios en oficinas que se inventaron para dar trabajo—, pero hoy es miércoles y toca entrenamiento.

La Copa Bolpebra arranca mañana. Van a venir delegaciones de Puerto Maldonado y Brasileia, van a llenar el estadio grande, van a hablar de integración y hermandad. Pero el fútbol que importa se juega acá, en estas canchas donde; los grillos compiten con los gritos. Los arcos tienen la pintura descascarada por el sol amazónico, las redes se cambian cada temporada con fondos de la asociación. Los equipos tienen nombres propios: Deportivo Gatty, Los Pioneros, Villa Copacabana, 16 de Julio.Los niños juegan fútbol en los pasillos mientras sus padres disputan la liga senior. Las madres venden empanadas y refrescos desde mesas plegables. Los abuelos cuentan anécdotas de cuando ellos jugaban en estas mismas canchas hace treinta años.

«Estamos muy apretados de tiempo», se disculpa Miguel cerrando la laptop donde tiene los fixtures del campeonato. «La asociación ha tenido algunos tropezones administrativos y estamos tratando de llevar adelante. Y más encima se nos sumó la Copa Bolpebra. Entonces nos quedaba un poquito muy apretado de tiempo». Miguel coordina por WhatsApp con los dirigentes de Brasil y Perú los horarios de llegada de las delegaciones. Carlos confirma las reservas en los hoteles del centro, revisa que estén listas las credenciales de los árbitros internacionales, programa las conferencias de prensa en el salón del estadio. Los dos manejan la logística de un evento que reúne sesenta jugadores de tres países en cinco días de competencia, con ceremonias de inauguración, premiaciones y banquete de clausura.

El delantero de sesenta años marca goles con la zurda porque la rodilla derecha ya no le responde. El arquero usa anteojos graduados y organiza la defensa gritando desde su área. El técnico lleva diez años dirigiendo el mismo equipo, vio crecer la liga de ocho a veintidós equipos.

Ahora tienen representante en la directiva nacional, organizan campeonatos internacionales, reciben delegaciones de tres países. Miguel guarda en su escritorio las cartas de felicitación que llegaron de La Paz después del último torneo. Carlos tiene guardados los contactos de dirigentes de Argentina y Colombia que quieren sumarse a futuras copas regionales.

La Copa Bolpebra arranca mañana con ceremonias en el estadio grande, himnos de tres países, jugadores que cruzan fronteras para patear una pelota. Los dirigentes repasan la lista de huéspedes: treinta jugadores brasileños, veinticuatro peruanos, veintidós bolivianos. Las camisetas están colgadas en los vestuarios, los trofeos esperan en la vitrina, las planillas de los árbitros están listas para ser llenadas. Llueve desde las cuatro de la tarde, pero el pasto del estadio drena bien y mañana va a estar perfecto para jugar.

Fabricio Lobaton 26 de agosto del 2025

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