También la lluvia: La encrucijada entre la moral y el miedo

por | Sep 7, 2025 | Cine, Cultura, La Galería, Okupas, Planos desde altiplanos

Estrenada en 2011 bajo la dirección de la cineasta española Icíar Bollaín, «También la lluvia» es mucho más que una película sobre la conquista: es un retrato poderoso del imperialismo moderno, uno que no se manifiesta necesariamente a través de la violencia directa, sino mediante una indiferencia silenciosa y persistente.

La historia sigue a un grupo de jóvenes cineastas que llega a Bolivia con la intención de filmar una obra sobre la colonización española. Atraídos por los bajos costos de producción, eligen Cochabamba como locación. Sin embargo, pronto descubren que no solo están filmando en tierra extranjera, sino también en un terreno social y político en ebullición: una guerra está a punto de estallar. Ambientada en el año 2000, la película se superpone con un conflicto real y urgente: la privatización del agua por parte de la empresa Aguas del Tunari. Ante tarifas impagables y la mercantilización de un derecho básico, la población cochabambina inicia una serie de protestas masivas que derivan en lo que hoy se conoce como la Guerra del Agua. Lo que para los realizadores era solo un lindo escenario, se convierte en un campo de tensiones éticas, morales y humanas.

Sebastián, el director de la película, se ve atrapado entre dos realidades: su ambicioso proyecto artístico y la crudeza de un pueblo que lucha por su derecho a vivir. Las circunstancias lo obligan a enfrentar un dilema incómodo: Continuar con la filmación pese al caos, reescribir su plan, o mirar hacia otro lado y rendirse a la indiferencia? El título También la lluvia no es casual: alude a una apropiación sin límites, a una avaricia que lo invade todo, incluso lo más puro y esencial. La lluvia, símbolo de vida, se convierte en capital; en recurso privatizado. La metáfora es clara: la codicia no conoce fronteras.

Uno de los personajes más significativos es Daniel, un hombre que interpreta al líder indígena en la película que están filmando, y que en la vida real también lidera los movimientos de resistencia contra la privatización. Así, la línea entre ficción y realidad se vuelve difusa. La historia que Sebastián intenta contar sobre la conquista colonial se refleja, con dolorosa exactitud, en los hechos actuales que ocurren frente a sus ojos. La violencia, en sus distintas formas, atraviesa ambas épocas: la opresión colonial del siglo XVI y la represión estatal del año 2000. Ambas historias se entrelazan para mostrar una constante histórica: el saqueo, la explotación y el sacrificio silencioso, siempre en beneficio de unos pocos.

A lo largo del filme, se retratan eventos historicos, como las intervenciones de Bartolomé de las Casas y la crucifixión de indígenas, momentos simbólicos que dialogan directamente con los acontecimientos reales que viven los actores bolivianos. La película construye un paralelismo conmovedor entre la historia que se representa y la historia que se está viviendo, dejando al descubierto las heridas aún abiertas del colonialismo.

En un país empobrecido, donde la esperanza parece escasa y el Estado ausente, la lucha por el agua se convierte también en una lucha por ser tomados en cuenta. La película retrata no solo la resistencia de un pueblo, sino también la fragilidad de los ideales cuando se enfrentan al miedo. Este contraste entre las prioridades del equipo extranjero y las necesidades urgentes de los bolivianos se hace evidente a lo largo del film. “Hay cosas más importantes que tu película”, le dice Daniel a Sebastián en una escena clave. Esa frase condensa uno de los mensajes centrales del film: la profunda desconexión entre realidades que coexisten, pero no se comprenden.

El miedo, como uno de los temas principales, atraviesa a cada personaje de manera distinta. Existen miedos de todos los colores: Miedo a perder el proyecto, miedo a la violencia, miedo a involucrarse, miedo a mirar de frente la desigualdad. Pero también hay momentos donde ese miedo se disuelve: cuando lo que está en juego es la vida, la familia, la identidad y la dignidad. También la lluvia es un excelente film, no solo por su estructura narrativa y su capacidad para entrelazar tiempos, sino por la valentía con la que plantea una pregunta incómoda: ¿quién gana la historia y cuántas luchas perdemos entre líneas?

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